Dice que le han vuelto a robar y se ha quedado sin blanca. No encuentra el dinero que creía haber dejado debajo de la televisión. En aquella sórdida habitación que ocupa desde hace meses, en una de esas pensiones que parecen sacadas de una maldita canción de Joaquín Sabina. A escasos metros de la Gran Vía, Madrid se transforma en oscuras calles donde algunos malviven mientras otros, a su costa, encuentran su sustento. Es ese Madrid que se encargarán de ocultar, tapar y borrar del mapa antes del próximo sábado.
Su cerebro asfixiado por los años dedicados a la bebida, busca una explicación ante los sucesos que olvida, rellena los huecos que su debilitada memoria le roba, él lo sabe y yo lo sé. Pero hago como si me creyera su historia. Tal vez haya perdido el dinero en un despiste o haya olvidado dónde lo guardó o en qué se lo gastó. O tal vez se haya disuelto en alcohol.
Una vez más sabe que tan sólo debe marcar un número y alguno de nosotros estará allí. Al menos espero que no llegue a olvidar ese número.
|