En días como el de hoy me fastidia correr. Todo se acelera, los días vuelan, vuelan las semanas .. y yo misma voy volando a todas partes. Y siempre con la sensación de que no he conseguido hacer ni la mitad de lo que me hubiera gustado.
El despertador, bueno el móvil, ha sonado a las 7 y he pegado un salto para apagarlo rápidamente y evitar despertar a toda la casa. Siempre olvido poner el volumen más bajo, es un poco estresante despertar de esa manera. Me voy corriendo a la ducha y allí, poco a poco, consigo abrir los ojos y recuperar el estado consciente. Luego viene secar mi abundante melena a toda leche porque con estas temperaturas cualquiera sale a la calle con el pelo húmedo. Ya son las 7:30, hoy se me ha dado bien y he desayunado hasta zumo y tostadas. A las 7:50 salgo por la puerta. Al llegar a la calle me encuentro con todo tipo de obstáculos, mi edificio lleva años en obras y cada día es una aventura, hoy además un charco enorme, infranqueable diría yo, bloquea la salida. No hay problema, hoy llevo botas... así que atravieso el charco. Ya está.. me esperan 13 minutos andando a buen ritmo hasta la estación de tren. Oh!! ¡he olvidado el discman! Subo a por él, volando otra vez por encima del charco. Por fin llego a la estación y consigo sentarme en el tren... bueno.. 20 minutos de tranquilidad, voy escuchando música (el nuevo disco de Sexy Sadie) y leyendo los periódicos gratuitos que me dan a la entrada de la estación. El resto del día, más de lo mismo, carreras hasta llegar al trabajo, carreras a mediodía para llegar a casa a comer, y de nuevo atravesar por cuarta vez el charco y completar mi jornada laboral. En días así, reflexiono un poco sobre el absurdo de tanta carrera, de vivir aceleradamente y estar rodeado de gente que corre por todas partes. Entras en ese el ritmo y te dejas llevar por la corriente. Que conste que normalmente no me importa ir tan deprisa, esta ciudad es así ... pero de vez en cuando me gustaría poder bajar de este embalado tren y dar una vuelta por los alrededores. Si te fijas, aunque el tren corra a toda velocidad, a través de la ventanilla se ven frondosos bosques, arroyos de agua clara y montañas. Sólo quiero bajarme un rato.
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