Llevo un par de semanas en el nuevo apartamento. Los días transcurren de forma lenta y pesada, como si el segundero del reloj que mide el tiempo se sincronizara con el ritmo pausado de las gentes de Lynnis, o quizás sea al contrario y son ellos los que se adaptan. Echaré de menos la compañía de Vaiwa, nuestras amenas conversaciones y sus valiosos consejos que me han ayudado a desenvolverme en este extraño planeta. Ahora vivo mucho más cerca de la planta de producción y camino a diario hasta allí sin la necesidad de tomar el aerobús. Durante esos paseos mañaneros he podido disfrutar de los impactantes amaneceres de este lugar, el cielo abandona la negrura de la noche virando hacia tonos verdosos que recuerdan a las auroras boreales, principalmente en el horizonte. Durante el día el cielo es similar al de la Tierra, aunque su color azul es distinto, es más apagado.
Esta semana tendremos listo el primer lote de la vacuna contra la fiebre de Lynnis. La producción ha sido un éxito y en esos enormes biorreactores crecen miles de millones de bacterias con el único propósito de sintetizar un pequeño péptido que provoque una respuesta inmune en nuestro organismo. Ahora que el proceso se ha puesto en marcha y va como la seda, contaré con algo más de tiempo para ocuparme del verdadero asunto que me ha traído aquí.
Harlan.
¿Dónde demonios está?. Su apartamento lleva semanas cerrado y no ha dejado ninguna pista, puede que ande metido en alguna expedición a los túneles de Yahobab. Hace meses llegaron noticias a la Tierra acerca de unos descubrimientos suyos en aquel lugar. Le conozco bien y sé que no parará hasta que encuentre lo que busca. Y yo tampoco. Tal vez este fin de semana me decida a hacer turismo por este planeta.
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