Esta foto la hice en el mes de abril en una playa asturiana. Fue la primera vez que vi los efectos de la catástrofe del Prestige tan de cerca. Después de meses de golpes de mar y olas, a cientos de kilómetros del lugar de la tragedia, ahí estaban delante de mí las rocas cubiertas del pegajoso chapapote. Incluso pude comprobar cómo al retirarse la marea, se depositaban en la arena lentejas de fuel. Los paseos y caminos que conducen a las playas mostraban manchas negras, probablemente de chapapote derramado de los contenedores de recogida. El pasamanos de madera de la rústica escalera de piedra que baja a la playa Arenal de Morís, también dejaba ver signos de las labores de limpieza. Imaginé a los voluntarios subiendo por ella, apoyando sus manos enguantadas cubiertas del negro pringue. Recordé todas las imágenes vistas por la televisión y pensé en cómo se encontraría la parte más afectada de la costa gallega, en lo que se muestra (turistas llegando a unas aparentemente limpias islas Cíes) y lo que no. Hoy, seis meses después del hundimiento del Prestige, esta foto me recuerda lo que ocurrió.
¡Nunca máis!
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