Agua lleva, suelen decir. Algunos ríos acompañan con un agradable murmullo a los caminantes que recorren su orilla, contándoles secretos del bosque. Si uno está atento puede distinguir sus ritmos, acordes y melodías, anticipar una cascada próxima, un rápido o escuchar su silencio al acercarnos a una tranquila poza. Y cuando se convierte en un compañero más del camino, se le echa de menos si hemos de alejarnos de la orilla para salvar un roquedo o alguna pendiente inesperada. Aunque a veces esa ausencia nos deje escuchar otros sonidos que antes quedaban amortiguados.
Supongo que en el fondo se trata de eso, de caminar, de disfrutar de lo que tenemos alrededor, de las personas que se acercan y comparten con nosotros parte del camino, y de no perder el rastro del sonido del río.
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